La reforma del código de familia marroquí, o Moudawana, es objeto de un acalorado debate entre los partidarios del cambio y los defensores de los principios religiosos. Si bien algunas medidas pretenden modernizar los derechos de las mujeres y proteger a las familias, han suscitado fuertes críticas, en particular por su supuesta incompatibilidad con los preceptos del Islam.
Desde su primera reforma en 2004, el código de familia marroquí ha estado en el centro de los cambios sociales en el Reino. Veinte años después, un nuevo proyecto de reforma propone medidas que cuestionan ciertos fundamentos jurídicos y religiosos del derecho de familia. Estos cambios, que afectan a ámbitos tan sensibles como la herencia, el matrimonio y la tutela de los hijos, son aplaudidos por los progresistas pero rechazados por los conservadores. Este debate, que va más allá del marco legal, pone de relieve una sociedad marroquí dividida entre tradición y modernidad.
Las principales modificaciones: entre protección y transformación
Entre las medidas más destacadas está la exclusión de la herencia del domicilio conyugal, permitiendo al cónyuge supérstite disponer de él sin compartirlo con los demás herederos. Otra novedad se refiere al reconocimiento del trabajo doméstico de las mujeres, considerado ahora como una contribución a la riqueza del hogar. Esta medida podría influir en la distribución de bienes en caso de divorcio.
Otros cambios se refieren a las condiciones del matrimonio, como por ejemplo que la ausencia de testigos musulmanes ya no constituye un obstáculo para la validación de la unión y que la madre, que es la tutora de los hijos tras un divorcio, obtiene la tutela legal sin autorización del padre. Finalmente, las disposiciones financieras completan el proyecto: el marido debe cubrir las necesidades de su mujer al firmar el contrato matrimonial, incluso si el matrimonio no se consuma, y las deudas contraídas conjuntamente por los cónyuges tendrán ahora prioridad sobre las deudas personales durante el matrimonio. liquidación de activos.
Oposición virulenta en nombre de la religión
Estas reformas no tardaron en despertar la indignación de muchos marroquíes, particularmente entre aquellos que se adhieren a principios religiosos. Para ellos, determinadas medidas violan los textos sagrados. La exclusión del hogar conyugal de la herencia se considera una transgresión de las normas coránicas para la distribución de la propiedad. También se critica el reconocimiento del trabajo doméstico de las mujeres, porque impone una redistribución de la propiedad que no está prevista por el Islam, salvo acuerdo previo en el contrato matrimonial.
En el plano matrimonial, la ausencia de testigos musulmanes se califica de ataque a los fundamentos religiosos del matrimonio, mientras que la tutela confiada a la madre se denuncia como un incumplimiento de la primacía jurídica concedida al padre en la ley islámica. Finalmente, la obligación de cubrir las necesidades de la esposa antes de la consumación del matrimonio y la priorización de las deudas conjuntas sobre las personales se perciben como medidas injustificadas e incompatibles con la independencia de los bienes individuales.
Un debate polarizado en las redes sociales
En plataformas como X (antes Twitter ), el debate refleja la división entre dos visiones opuestas de la sociedad. Algunos denuncian una reforma impuesta sin consulta popular, afirmando que los partidos y asociaciones políticas están desconectados de las aspiraciones reales del pueblo. “ Cada reforma de Moudawana debería ser sometida a referéndum antes de su validación ”, se puede leer en varias publicaciones.
Otros, en cambio, ven con buenos ojos estos cambios, aunque todavía los consideran insuficientes. “ Hay que decir Al Hamdulillah por los pequeños avances de Moudawana ”, comenta una internauta, lamentando la persistencia de una oposición que califica de “ salvaje ”.
¿Una reforma que divide, pero necesaria?
El debate en torno al nuevo código de familia ilustra las profundas tensiones que atraviesan la sociedad marroquí. Por un lado, reformas consideradas esenciales para garantizar la igualdad y proteger a los más vulnerables. Por el otro, un deseo feroz de preservar las tradiciones religiosas y culturales del Reino.
Por tanto, la pregunta sigue abierta: ¿podrá el nuevo Código de la Familia constituirse como un compromiso aceptable o acentuará las fracturas de una sociedad en busca de equilibrio?
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